Generación de personajes no agraciados
Escrito por las patitas de Cucaracha en su guarida domingo, febrero 28, 2010
Hay una escena bastante curiosa que se está repitiendo en mi día a día últimamente. Situación: charlando tranquilamente con alguien acerca de la novela con la que estoy experimentando en este momento (no con alguien que espera la mínima oportunidad para cambiar de tema disimuladamente, sin que se note mucho; alguien a quien realmente le interesa la conversación, ya sea porque muestra interés en conocer el fruto de mi trabajo o porque le hace gracia el hecho de que quiera dedicarme a escribir). Concretamente, después de la inevitable pregunta “¿Y de qué va?”, el tema se desplaza a los personajes. Cuando me llega la hora del “¿Cómo es el protagonista?”, y dándome cuenta de que insiste en obtener primero la descripción física, empiezo a enumerar sus rasgos característicos. Como no quiero dar una impresión global equivocada, para finalizar el retrato improvisado hago una declaración simple, rotunda, a lo bestia: “Es feo”. Y después de esto, a lo que quería llegar, viene la cara extrañada de la otra persona mientras pregunta desconcertado “¿Por qué?”.
Todavía no me explico por qué se da esta situación tan a menudo. ¿A qué viene ese asombro? ¿Acaso las personas necesitan una causa por la que ser feas? Entonces, ¿por qué iba a necesitarla un personaje, concretamente un protagonista? Centrándonos únicamente en la intención del éxito literario, los amantes de los estereotipos sociales contestarían en seguida; porque los protagonistas guapos tienen más éxito. La belleza vende. Es mucho más gratificante leer la historia de una persona atractiva, que se gane el deseo de más de un personaje, una persona de la que el mismo lector podría enamorarse platónicamente con facilidad. Es lo suyo; un héroe guapo. Por supuesto, todos sabemos que esto no es factible; es lo malo que tiene ser un “estereotipador social”, que te salen tantas excepciones por todas partes que tu esquema inicial acaba por ser incorrecto. Pero de los estereotipadores ya hablaremos en otra ocasión.
Todavía no me explico por qué se da esta situación tan a menudo. ¿A qué viene ese asombro? ¿Acaso las personas necesitan una causa por la que ser feas? Entonces, ¿por qué iba a necesitarla un personaje, concretamente un protagonista? Centrándonos únicamente en la intención del éxito literario, los amantes de los estereotipos sociales contestarían en seguida; porque los protagonistas guapos tienen más éxito. La belleza vende. Es mucho más gratificante leer la historia de una persona atractiva, que se gane el deseo de más de un personaje, una persona de la que el mismo lector podría enamorarse platónicamente con facilidad. Es lo suyo; un héroe guapo. Por supuesto, todos sabemos que esto no es factible; es lo malo que tiene ser un “estereotipador social”, que te salen tantas excepciones por todas partes que tu esquema inicial acaba por ser incorrecto. Pero de los estereotipadores ya hablaremos en otra ocasión.
Basta con echar un pequeño vistazo a las estanterías para darse cuenta de que, saliéndonos de la línea puramente comercial, los personajes sin evidente atractivo físico no tienen peor acogida que los que sí lo poseen. Por eso me chirrían los oídos cuando oigo esa pregunta en boca de mi amigo. Lo peor es que sigue atacando con preguntas peores: “¿Tiene alguna malformación?” (no recuerdo haber comentado nada de eso en la conversación, pero parece que cualquier opción es válida en su terquedad; no le da la gana aceptar que el personaje, simplemente, es feo y punto); “¿Pero se volverá guapo al final?” (casi puedo ver la cara de Betty la fea en sus pensamientos); “Entonces, es como una vía para enviar un mensaje de fondo sobre la superficialidad de la belleza física y la importancia de la belleza interior o algo así, ¿verdad?” (llegado este punto ya dudo si confesarle que mi personaje no tiene una personalidad especialmente atractiva ni admirable y que en la historia no hay ninguna relación amorosa a lo Disney; está tan empecinado que casi temo que se ponga a llorar si se lo digo).
Bueno, éste ha sido el único caso extremo que he presenciado; los demás aceptaban antes los hechos, aunque el “¿Por qué?” inicial era común, y suficiente para exasperarme. Porque considero que los personajes pueden convertirse en algo mucho más interesante, mucho más profundo, si uno no deposita tanta atención en la capa externa y procura sumergirse en el interior. Porque, de esta forma, puedes sentirte alejándote un paso más de la temida trampa, de caer en la red de algún topicazo, de ver a uno de tus personajes, tus “hijos”, convertido en “el típico…” lo que sea… Darte cuenta tú mismo, sin necesidad de críticas hirientes, de que tu personaje posee un esqueleto prediseñado y usado mil veces, vestido con unos tristes harapos cosidos por ti mismo, en un intento de disfrazarlo de personaje original. Sinceramente, prefiero comenzar por crear su propio esqueleto. Los harapos ya vendrán más tarde.
En fin, como veo que me desvío del tema, resumo rápidamente el hilo conductor; no creo que haga falta un protagonista guapo o atractivo para tener éxito literario. ¿El asombro de mi amigo se debe a que no considera que esté dispuesta a escribir una buena novela, un “libro de verdad” como se diría coloquialmente, sino que me limitaré a escribir un fanfiction de longitud indeterminada hasta que se me pase el mono de escribir? ¿Tengo que empezar a preocuparme porque no me toman en serio? La verdad, más que una excusa para reflexionar o para mostrar mi punto de vista protestando por algo, este post lo lanzo desde la perplejidad. Simplemente, no lo entiendo.
Tienes razón, un protagonista no tiene por qué ser un bombón ni ningún patito feo-futuro cisne para que la historia sea buena.
En cuanto a la originalidad de los personajes, también es verdad que uno se da cuenta de que a veces los personajes le han salido calcados a los de los últimos libros que leyó (supongo que en nuestro interior aún perviven de forma inconsciente los personajes de Plauto, la Commedia dell'arte, etc. con sus variantes posteriores) y se le cae el mundo encima porque pensaba que eran únicos y auténticos y en realidad le han salido "tipos" o "máscaras".
Trataré de aplicarme el cuento en ambas cosas.