Escrito por las patitas de
Cucaracha en su guarida
jueves, julio 05, 2012
Hace poco, curioseando por los comentarios de un pequeño debate que se había formado espontáneamente en una web acerca de un libro juvenil, me encontré de pronto ante una idea que, yo creía, había quedado obsoleta. Lo creía hasta el punto de pensar que sólo los más tradicionalistas, los más prejuiciosos opinaban ya de esa manera. Pero entonces me di cuenta de que esa idea se repetía una y otra vez en boca de distintas personas, demasiadas veces como para ser una casualidad, obligándome a aceptar al final que se trata de algo más arraigado.
Los comentaristas a los que me refiero remarcaban lo mucho que les había gustado el libro y por ello negaban fervientemente que se tratara de literatura juvenil.
Es extraño cómo todavía se piensa en la literatura para jóvenes como un género de escasa calidad, un ejemplo a evitar para los escritores que pretenden crear novelas buenas. Al parecer éstas van a parar a manos de los lectores adultos, mientras que las obras con narrativa pobre, personajes de cartón piedra y argumentos de chiste acaban poblando las estanterías de los adolescentes. Lo mismo con las obras del género fantástico y una parte considerable del de ciencia ficción, aunque eso ya puede considerarse un tema aparte.
Lo triste del asunto es que esta visión no pertenece únicamente a lectores (los cuales, me atrevo a decir, seguramente no hayan ahondado demasiado en esta literatura para jóvenes), sino también a diversos escritores y editores. Cuando lo primero— dentro de lo que cabe— no es tan grave, dado que siempre existirá diversidad de opiniones y prejuicios entre los lectores (y para ello existen diferentes géneros), en los otros casos puede haber consecuencias remarcables. Prolongar esta clasificación de los libros para jóvenes como literatura "de menor rango" por parte de aquellos encargados de generar y moldear los títulos lanzados al mercado no hace más que provocar el surgimiento de obras que cumplen estas características de pobreza literaria. Por así decirlo, si un escritor escribe una novela malilla sin dar lo mejor de sí mismo porque tiene claro inconscientemente que “es para adolescentes”, y luego un editor considera que semejante cutrez es suficiente para contentar al lector joven, la dichosa novela mediocre acaba en manos de un adolescente desprevenido. Por desgracia, es algo que está sucediendo más de lo que me gustaría.
Ahora me veo en la necesidad de citar a la escritora Laura Gallego; hay a quien le encanta y también quien no soporta sus libros, pero lo que no se puede negar es que es una mujer consecuente con sus principios. Uno de ellos es defender a capa y espada la literatura juvenil. Así, cuando le preguntan que cuándo piensa escribir algo para adultos, ella embiste con una pregunta mejor: “¿Y para cuándo la valoración del lector joven como alguien que tiene el mismo derecho a leer, y es igual de crítico, igual de lector e igual de persona que el lector adulto?”.
Esa es una buena manera de expresar lo que venía queriendo decir. Escribir literatura juvenil, le pese a quien le pese, no se trata de ofrecer historias facilonas. La adolescencia es una etapa complicada, inestable, un proceso de desarrollo y maduración en el que es importante expandir las fronteras mentales en una dirección adecuada; es por ello que los jóvenes que se inician —o prosiguen—en el recomendable ritual de la lectura necesitan obras de calidad, adecuadas para su edad y su visión del mundo y de la vida. Así pues, lo que determina que una novela sea juvenil no es el primer factor (calidad o falta de ella), sino el segundo; la manera de transmitir la historia, los valores encerrados en ella, el interés que es capaz de despertar en los jóvenes (y, en muchas ocasiones, en los no-tan-jóvenes).
Claro que habrá bazofias que arrasen en el mercado juvenil. Claro que puedes vender un romance pasteloso de pegatina y ganar una ristra kilométrica de fans histéricos exigiendo una segunda parte y la película. Pero lo mismo sucede en todos los mercados, no sólo en el juvenil y, por supuesto, no sólo en el ámbito literario. Cierto que hace relativamente poco tiempo que los libros para jóvenes empezaron a tenerse en mejor estima, pero a estas alturas no me parece una actitud adecuada. Un respeto a la literatura juvenil buena, indispensable en la formación de un joven lector. Y, por favor, no dejéis que las modas huecas empañen esta idea.
muy buena entrada, tienes toda la razón... hay gente para todo, desde luego, yo creo que siempre me gustará la literatura juvenil, tenga la edad que tenga :)