Sangrar
Escrito por las patitas de Cucaracha en su guarida viernes, diciembre 13, 2013
A veces escribir no
consiste en escribir. A veces, primero, escribir consiste en pensar.
Soy una persona que escribe pensando la mayor parte del
tiempo. Me gusta escribir pensando
antes de escribir escribiendo. Así es como se escribe planeando; cerrar bien todos los
cabos sueltos, asentar la estructura y las bases, lo que será y lo que no podrá
ser, y luego moldear el contenido tratando de dar el mejor uso a cada palabra,
de impregnarlas del sentimiento y la forma que se destilaba en el instante en
el que la historia se escribía en el pensamiento. No es algo sencillo, pero sí
placentero y satisfactorio.
Pero hay momentos en los que, simplemente, no hay tiempo
para pensar. Cuando el contenido supera a la necesidad de obtener una forma estable,
cuando lo que impera es derramar ese torrente de pasiones sobre el vocabulario
y la gramática, pugnando a arañazo limpio por salir de su cautiverio, no hay
cabida para planteamientos lógicos; únicamente puedo entonces sangrar las
palabras sin control ni medida, hurgar en la llaga y entregarle las riendas al
flujo caótico, al contrario de lo que suele suceder. Son las ocasiones en las
que escribo sangrando.
Evaluando fríamente mi trayectoria, me doy cuenta de que mis
obras más conmovedoras, las que más se clavan y se aferran al recuerdo, son
retazos rasgados e incoherentes de textos manchados de sangre.
Sé que probablemente nadie más llegue a leer esos textos,
pues tampoco tengo un gran empeño en que así sea. Pero siempre será inevitable
que en aquellos escritos que sí espero que lleguen a ser leídos —no hay que
dejar de luchar por ello— quede un rastro tenue de sangre, tan diluido que
cueste distinguir los puntos exactos en los que se vertieron las gotas.
Mientras esto sea así, por mucho que mute mi estilo o maduren
mis ideas… mis escritos seguirán siendo míos. Completa e indudablemente míos.
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