Capítulo para "Diario de la Invisible..."

Escrito por las patitas de Cucaracha en su guarida miércoles, abril 06, 2011

 Éste es un capítulo que he escrito para participar en la historia "Diario de la Invisible", de la bloggera Lucía, que ha decidido transformar su trama en una historia encadenada. Desde aquí os animo a participar, pues aún está en sus primeros capítulos. 


CAPÍTULO 5: CRISÁLIDA

Los días que siguieron fueron los más duros que jamás tuve que soportar.
Los primeros días fueron un continuo mar de lágrimas para mí, encerrada en mi habitación; un dolor que no distinguía el paso de las horas, cuándo amanecía o cuándo anochecía. Me mantuve encogida sobre mí misma, sin ir a clase, sin ver a nadie más que a mi pobre padre que intentaba consolarme entre sus brazos, intentando ocultar que él también buscaba refugio en los míos.
Más adelante, la histeria terminó. Pero dejó a su paso un vacío insoportable cada vez que algún pensamiento me llevaba hasta el recuerdo de mi madre. Al mes de aquel fatídico accidente, papá ya había empezado a reanudar su vida. Había sido duro para él, porque ya no tenía a mamá a su lado y se había convertido en viudo y padre soltero de la noche a la mañana. Sin embargo, había reunido todas sus fuerzas para volver a remediar el caos de nuestro mundo, para seguir adelante.
Pero yo no podía. Empecé a dejar de llorar por los rincones, pero para nada sentía como si lo hubiera superado. Por eso, cuando mi padre me sugirió una mañana que debería volver al instituto, me negué inmediatamente.
—Te vendrá bien estar con gente –me explicó, mirándome con tristeza –, con otros chicos de tu edad. Así te olvidarás de lo que ha pasado y, poco a poco, volverás a ser feliz.
Qué fácil parecía en boca de mi padre; claro que él no estaba al tanto de mi condición. Era la invisible… Estar con gente de mi edad sólo me haría sufrir más. Ni siquiera me había sentido mejor cuando Ana me llamó por teléfono preguntándome cómo estaba.
—Entonces, ¿me prometes que vas a volver? –me preguntó mi padre, intentando sonreir.
En fin, ¿qué otra opción tenía?
—Vale. Te lo prometo –murmuré, bajando la vista a mi desayuno –. El lunes volveré al instituto.

Aquella tarde de sábado una constante llovizna caía del cielo. Pero eso no me impidió ponerme la chaqueta y salir, dejándome llevar a donde mis pies quisieran llevarme. Estar un mes encerrada en casa me hacía echar de menos el aire fresco, y un poco de lluvia no importaba tanto.
Caminé y caminé con la mente en blanco, sin calcular el tiempo que llevaba paseado, chapoteando sobre los charcos y empapándome los zapatos. Intenté no pensar en nada, tan sólo sentir la brisa y las gotas de lluvia empapándome poco a poco la cara y el pelo. Qué difíciles habían sido las últimas semanas, y qué duro iba a ser reanudar mi vida. Pero en ese momento no importaba; tan sólo estaba Laura, la invisible, con la lluvia y unos pies que la llevaban hacia ninguna parte, un paso tras otro.
Pero mi tranquilo paseo se vio interrumpido cuando escuché, detrás de mí, el ruido de unas patas chapoteando en un charco junto al acerado por el que caminaba. Antes de darme tiempo a girarme, una mole peluda se abalanzó hacia mí golpeándome el pecho.
—¡Ah! –grité asustada.
Del susto y el empujón, caí de espaldas al suelo intentando luchar contra la bestia que había comenzado a… lamerme la cara. Cuando pude quitarme al animal de encima y sentarme derecha en el suelo, me di cuenta de que sólo se trataba de un perro; un perro bastante grande, pero al parecer muy cariñoso.
—Hola –lo saludé acariciándole la cabeza – ¿Te has perdido?
—No. Viene conmigo –dijo una voz aguda y dulce a mis espaldas – ¿Eres Laura?
Me levanté enseguida, ignorando al perro que intentaba volver a subírseme encima. Ante mí reconocí de inmediato a la niña que había visto hacía un tiempo en el descampado junto al instituto, jugando con aquella chica misteriosa de mi clase.
—¿Eres Laura? –volvió a preguntar la niña, que parecía bastante inquieta, antes de que pudiera responder – ¿Eres Laura o no? Sí que lo eres, ¿verdad?
—Eh… Sí, soy yo –murmuré, confusa por la insistencia de la niña – ¿Cómo sabes…?
—¡Por fin! ¡Te he estado buscando durante días! –chilló la niña con una sonrisa. El perro, como coreando su júbilo, empezó a ladrar –Tienes que venir conmigo, ¡Serea necesita tu ayuda! ¡Intentó encontrarte, pero no sabía dónde te habías metido! –sin darme tiempo siquiera a reaccionar, la niña me agarró la mano fuertemente y tiró de mí mientras echaba a correr calle adelante. Yo me dejé guiar, intentando no tropezar con el perro que había echado a correr a nuestro lado con la lengua fuera.
—¡Espera! ¿A dónde vamos? ¿Quién es Serea? –pregunté casi gritando, asombrándome de lo mucho que corría la niña.
—¿Quién va a ser? Pues Serea. El enlace. La muchacha nueva del instituto, vamos –replicó la niña.
—¿Cómo? ¡No dijo que se llamara Serea! –exclamé, desconfiada.
—Jo, ¿nunca has dicho una mentira? –dijo la revoltosa niña sin detenerse un segundo –Yo a veces también me invento nombres para que no me descubran. Por cierto, me llamo Crisálida, mucho gusto. El perro se llama Bruno, y creo que me has caído bien.
Aunque todavía tenía muchas preguntas que hacerle a Crisálida, su mano me condujo de pronto hacia un lado de la acera, por un hueco que había entre las tablas rotas de una valla de madera. Yo la seguí con dificultad por aquel espacio estrecho, y Bruno me siguió de un salto.
—¿Qué es este sitio? –pregunté. Nos encontrábamos en lo que parecía una parcela abandonada y llena de escombros entre dos casas. Allí ni había nada y, lo más importante, no había nadie aparte de nosotras dos y el perro.
—Es mi sitio favorito para abrir la puerta –sonrió Crisálida rebuscando en un bolsillo –. Nunca viene nadie por aquí.
Sacó la mano del pantalón y la abrió, mostrándome lo que había encontrado en su bolsillo. Parecía algo así como un cristal de cuarzo de color rosado, pero su brillo era demasiado luminoso para ser normal.
—¿Qué es eso? –pregunté, absorta en la visión del mineral —Cómo brilla…
—¿Sí? Pues ahora verás –dijo Crisálida, mirándome con ojos traviesos y brillantes.
Cuando la niña dejó de hablar, el cristal de su mano pareció obedecerla; su brillo aumentó en cuestión de segundos. Al principio aquello sólo lo hizo parecer más hermoso bajo las gota de lluvia que caían en él; después, sin embargo, la luminosidad fue tal que empezaron a dolerme los ojos y tuve que cubrírmelos con la mano.
—¿Qué está pasando? –grité, asustada.
Pero nadie contestó. Antes de recibir respuesta, la luz cegadora se extendió como una explosión, envolviéndonos por completo.

3 Response to "Capítulo para "Diario de la Invisible...""

Lucía Says:

¡es genial,cucaracha!enseguida lo cuelgo en el blog.solo hay una cosa,la protagonista no se llama lucia,se llama laura.no pasa nada,no es largo,es perfecto,me ha encnatado.

Cucaracha en su guarida Says:

Ups, gran fallo! Me lié con tu nombre XD Ahora mismo lo pongo bien.

Lucía Says:

tranquila,no pasa nada.por lo demas,el capitulo es perfecto.bss,¡nos leemos!

Publicar un comentario

Recuérdalo; libertad de expresión, pero siempre con respeto ;)