Replanteándome la poesía

Escrito por las patitas de Cucaracha en su guarida domingo, abril 03, 2011

Últimamente estoy empezando a considerar la opción de volver a escribir poesía. Es raro pensarlo, porque ya había decidido dejarla definitivamente al ver que no era lo mío.
Aunque, si me paro a pensarlo, no es descabellado del todo; mis primerísimos pasos como escritora estaban llenos de versos. Recuerdo uno de mis primeros escritos, no sé si el primero del todo o alguno de los que le siguieron. Se trataba de un poema muy sencillo (no se esperaba otra cosa, con mi escasa edad) titulado El sol gris, que trataba de un sol que estaba triste porque no podía brillar. ¿Qué edad tendría? No me acuerdo. Sí sé que se lo enseñé orgullosa a todo el mundo, incluida una amiga de entonces que me dijo muy convencida algo así como: "Pues me han dicho que si alguien escribe cuentos y esas cosas cuando es pequeño, es que va a ser escritor de mayor. Así que tú vas a ser escritora". Ironías de la vida, yo se lo negué, diciendo que no quería ser escritora de mayor, cuando ahora es la meta que persigo.

Volviendo al tema, durante mi infancia llegué a escribir un libro de poesías sobre cualquier cosa que se me ocurría, recopilándolos en una agenda de solapas duras que yo trataba como un valioso libro en blanco que rellenar (de hecho, llegué a escribir bastantes cosas en agendas de años pasados). Más adelante, exceptuando alguna tarea expresa del colegio o el instituto, no volví a retomar la poesía hasta la adolescencia. Y me animé cuando compuse un poema que me gustó, aunque hoy me doy cuenta de que es demasiado cerrado y reconcentrado; quería decir, pero al final no terminaba de decir nada. Creo que se debía a que, por aquel entonces, sentía bastante pudor a la hora de dejarme llevar al escribir. Al fin y al cabo, la poesía es como una ventana abierta al alma, y si uno abre la ventana pero se apresura a bajar las persianas que hay detrás, la cosa acaba en un cúmulo de palabras rebuscadas chocando entre ellas y sin ningún trasfondo. Ése fue uno de los motivos por los que decidí dejarlo, aunque hay alguno más aparte de éste, el hecho de que los poemas que vinieron después me parecieron forzados y penosos, y el darme cuenta de que no era capaz de escribir más de una poesía satisfactoria en un periodo de tiempo bastante grande. 

Y la razón principal era la tremenda limitación que suponía para mí la rima. Había estudiado algo la poesía, y tenía metida en la cabeza la teoría de la creación de poemas, una serie de reglas rígidas en las que cada desviación del guión estricto te quitaba 0'5 puntos de la nota. Todos los versos deben medir tantas sílabas, y si la palabra final es aguda hay que sumarle una más; al menos los versos pares deben rimar, ya sea de forma asonante o consonante; si un verso tiene ocho sílabas, ni se te ocurra dejar que el siguiente mida trece. Así que ya no sólo tenía que dejar fluir unas ideas bastante densas entre los huecos de la persiana, sino que tenía que ajustarlos y procurar que no se salieran del molde. Tanto esfuerzo me suponía que lo abandoné por completo, convencida de que no lo hacía bien y, lo más importante, no disfrutaba haciéndolo.

Después de unos años, seguí leyendo poesía. Clásicos y no tan clásicos; admito que no es un género del que haya leido demasiado, pero lo suficiente como para abrirme los ojos. Tardé, pues, bastante tiempo en darme cuenta de que, cuando escribes en privado, las únicas reglas que existen son las que tú mismo estableces. Empecé a perder el miedo a abrir por completo esa ventana y mis textos empezaron a llenarme más y mejor, ahora que contaba con una nueva libertad. El verdadero placer de escribir.

Sin embargo, ahora me encuentro con una nueva frustración con la que no contaba; seguro que todo aspirante a escritor, pintor o demás que lea esto me comprenderá cuando hablo de esos momentos de inspiración suprema en los que un torrente de sentimientos fluye a través de ti y necesitas plasmarlos de alguna forma, de cualquiera, antes de que se evaporen. He tenido que dejar marchar muchísimos de esos momentos tal como vinieron, porque no supe qué hacer con ellos. ¿Cómo introducir esas ideas en una historia, en un relato o novela, cuando muchas son totalmente inverosímiles?. Así que empecé a escribir lo que yo llamo "delirios", almacenados en una carpeta con el mismo nombre. Eran documentos llenos de frases inconexas e imágenes oníricas dibujadas con palabras a menudo sin sentido, en un intento de captar lo máximo de ese torrente de sensaciones. En ese sentido lo he conseguido; cuando los releo, puedo revivir parte de los sentimientos que me llevaron a escribirlos, que es su finalidad al fin y al cabo, por encima del estilo y la sintaxis. 

Y, volviendo al planteamiento, se me ha venido a la cabeza la idea de convertir mis delirios en poemas. ¿Por qué no? Ambos son, en cierto modo, ventanas abiertas al alma. Así podría transformar esos torrentes de inspiración en textos más definidos, algo que tal vez pueda dar a leer sin sentirme violada. No tengo prisa en hacerlo, pero no lo descarto. Al menos, mientras me decido, siempre me queda mi carpeta de delirios esperando que descargue mis ensoñaciones en ellos.

Bueno, esto es todo por hoy. Solo me queda animar (y no hace falta que lo diga, pues podéis hacerlo siempre) a cualquier persona que lea esto y que también se haya decidido a escribir poesía, a que cuente su experiencia. Los comentarios están siempre abiertos =)

¡Nos vemos!


"Sing what you can`t say, forget what you can`t play.
Hasten to drown into beautiful eyes.
Walk within my poetry, this dying music - my loveletter to nobody".

Dead boy's poem.

1 Response to "Replanteándome la poesía"

Antarinith Says:

como has dicho antes lo principal es que disfruts hacientole, y si crees que lo vas a disfrutar, adelante ^^

Besotes!!!

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